En esta historia, Borges muestra el lado tenebroso del ser humano, ¿Qué hacer para lograr lo contrario? Ese es el…
¿Cómo crecer en momentos difíciles?
Hace algunos meses mientras dictaba una conferencia sobre gestión de la adversidad, una mujer de mediana edad, compartió con el público su tragedia personal preguntándome acerca de cómo podría continuar la vida con sus tres nietos huérfanos; los niños habían perdido a su madre, y ella había perdido a su hija. Caso complejo, respuestas siempre insuficientes.
¿Qué decir y cómo responder esperando ser bálsamo ante una tragedia como esta?
Puntos de inflexión. Momentos difíciles. Estresores, situaciones diversas no buscadas que llegan o no vimos venir y remueven los pilares sobre los que se asientan expectativas, sueños y proyectos vitales. Momentos dolorosos, ilusión que se desvanece como bruma al amanecer, sensación íntima de fracaso, soledad y muchas veces soledad en compañía.
¿Qué pensar? ¿Qué hacer? ¿Cómo continuar?
Preguntas de difícil y siempre incompleta respuesta. Lo escribo y lo digo fácil, más no es fácil. Digo que es necesario entender, con la mente y el corazón trabajando juntos en la composición de una respuesta que permita continuar, comprendiendo que la adversidad es experiencia dentro de la gran experiencia de la vida, y que vivir es experiencia, y como tal es diversa. Que hay mucho más fuera de nuestro espacio de control, que somos dependientes y limitados. Necesaria dosis de humildad en un mundo que nos vende la idea de que todo se puede comprar. Es preciso reconocer la fragilidad humana, que no significa dejar de hacer; no propongo que celebremos la adversidad y tampoco que abandonemos la lucha diaria, propongo aprender a bailar con ella, difícil pero necesario arte.
La muerte del cónyuge, un divorcio, una separación matrimonial, una enfermedad; son eventos adversos que alcanzan la mayor puntuación en la escala de estrés. Acumular en esta escala más de 300 puntos anuales acerca a la persona a una posible depresión u otras complicaciones graves, sin embargo, el desarrollo personal (crecimiento postraumático) es posible incluso dentro de la adversidad. Veamos cómo podemos dar los primeros pasos en este camino.
¿Cómo crecer en la adversidad?
Decía Séneca que la fortuna de la adversidad está en su poder para revelar el carácter del ser humano. Es reconocer a la dificultad como una maestra exigente. Muchas veces decimos desde la posición de observadores, “yo no podría con eso”; la vida sin embargo muestra como el ser humano es capaz de reconstruirse a sí mismo pese al dolor.
La adversidad también es útil pues reacomoda nuestra red de relaciones sociales mostrando su rostro afectivo tal y como es. Aprendemos con su enseñanza y nos damos cuenta de las personas con las que realmente podemos contar. Es ocasión para reconocer su valía, expresar gratitud y convertirnos nosotros mismos en puntos de apoyo para los demás.
Los momentos duros de la vida también sirven para reorganizar nuestra agenda, desarrollar la mirada y aprender a distinguir las prioridades, el tiempo se aprecia, valoramos lo que enriquece el alma, como aquel poema que dice:
“…ya no tengo tiempo para reuniones interminables, en las que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se conseguirá nada…Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido…ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan “egos” inflados…quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas…gente a quien los duros golpes de la vida le han enseñado a crecer con suaves caricias a su alma…sí…, tengo prisa…para vivir con la intensidad que nada más la madurez puede dar”*.
Finalmente, la adversidad nos conduce a la humildad, virtud silenciosa, poco llamativa, pero tan necesaria para interiorizar sin fricciones aquello que no pertenece a nuestra zona de influencia y aceptar que hay preguntas que carecen de respuesta; solo así es posible retomar el vuelo, reiniciar el camino, entendiendo nuestra dependencia, vulnerabilidad pero también nuestro enorme poder para hacer la diferencia en la vida de los demás.
*Mario de Andrade.
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