Jorge Aurich

¿Gestiona bien sus expectativas? - II

Escribió Pascal en sus Pensamientos, sección 1, punto 6: “…se forman el espíritu y el sentimiento por las conversaciones. Se estropean el espíritu y el sentimiento por las conversaciones. De esta manera las buenas o las malas lo forman o lo estropean…”sabia reflexión a la cual recurro buscando introducirnos juntos en el tema central de esta segunda entrega que espero con franqueza sea de utilidad para usted, se trata acerca de la gestión de las expectativas y en cómo afecta las relaciones con las demás personas.

En la primera entrega, era mi afán invitarle a reflexionar acerca de aquellas emociones positivas y negativas que se generan como consecuencia del cumplimiento o incumplimiento de nuestras expectativas depositadas en otros o quizá en nosotros mismos; y de cómo estas emociones, sostenidas en el tiempo, podrían propiciar estados de ánimo adecuados o no.

En esta segunda parte, apunto al tema de la calidad de las relaciones que tenemos con los demás, las cuales dimanan de las expectativas que mantenemos acerca de ellos y del qué hacemos y el cómo las gestionamos. Adentrémonos juntos en este tema.

¿A qué llamo relación? Le llamo así al afecto y actitud que mantenemos respecto de otra persona. Afecto y actitud que construimos o destruimos, que cuidamos o descuidamos, que valoramos o devaluamos con el paso del tiempo; de contacto en contacto, de experiencia en experiencia; actitud y afecto forjados en las conversaciones, o tal vez su falta, plática que sostenemos con el otro o con nosotros mismos, es el espacio del diálogo privado, íntimo “…converso con el hombre que siempre va conmigo” decía Antonio Machado; y pregunto ¿de qué conversamos? ¿Es un diálogo fructífero y animoso? ¿Es un hablar considerado frente a aquello que no resultó como se esperaba? ¿Se corrige la conducta y se anima al “sí mismo” responsable de la conducta?

El tiempo y nuestra acción terminan moldeando la calidad de la relación, como la arcilla que endurece y adquiere forma con el tiempo y el trabajo del alfarero. La falta de resultados esperados es fuente de emociones y estados de negativos, y bajo estos se deslizan algunos riesgos perjudiciales para nuestras relaciones afectando su calidad. Veamos resumidamente en el siguiente gráfico tanto los riesgos como la otra cara de la moneda, la postura activa constructiva:

Los riesgos y la postura constructiva ante las expectativas

La ausencia de la regulación emocional necesaria expone a los riesgos señalados en el gráfico anterior; por tanto, el gobierno del “sí mismo”, del “self”, nos ubica en una posición activa constructiva útil en la construcción de escenarios distintos que faciliten el cumplimiento de las expectativas; y aunque estas no se den, la relación conducida de esa manera, llega a tal punto de apertura que evita el daño a partir del reconocimiento de lo que quieren y pueden ambas partes y que con el transcurrir del tiempo no pudo crecer ni desarrollarse.

¿Cuándo ocurre esto? Pues se da mientras la dignidad humana este por delante de cualquier proyecto, trabajo, expectativa; cuando la persona que tiene la responsabilidad mayor sabe lidiar con el conflicto derivado del no cumplimiento; en tanto y en cuanto esta valora al ser humano que tiene al frente.

Veamos un ejemplo. Hace algunos años, un consultor de empresas me contaba, sin ocultar su dolor, sobre la pésima relación que había tenido con su hijo mayor (desde la adolescencia), y en cómo él no supo manejar las expectativas frustradas, y que ahora, ya en la adultez de su primogénito, intentaba mejorar “recuperando” el tiempo perdido. Y es que ocurre que, aplacada la confusión y exaltaciones propias de los estados emocionales negativos, siempre tendremos mayor posibilidad de ver con claridad las cosas. Para redondear este caso, quisiera invitar a R.W. Emerson a nuestra conversación, que a tenor decía: “En mis relaciones con mi hijo, el griego, el latín, todo cuanto sé, todo el oro que adquirí, de nada me sirven; solo la cantidad de alma que poseo entra en cuenta. Si manifiesto una voluntad, opone su voluntad a la mía, una contra una, y me deja, si quiero, la vergüenza de abusar de mi fuerza golpeándole; pero si renuncio a mi voluntad, y si obro en nombre del alma, colocándola como árbitro entre ambos, a través de sus jóvenes pupilas contemplo la misma alma; venera y ama conmigo”; obrar en nombre del alma señalaba Emerson; ¿qué puede significar esta expresión, escrita hace más de 150 años pero tan vigente, si no es invitarnos a colocar el respeto a la dignidad del otro guiando y orientando desde el afecto y el deseo de bienestar ante aquello que aún no se enciende?

Al final, el hombre es un ser de relaciones; en nuestra dependencia de los demás y de los recursos externos, la respuesta a la vida misma es parte del cómo concebimos esta relación; nos toca pararnos frente a ella de manera apreciativa recordando que a quien exijo y de quien espero es otro ser humano. Esta es la tarea, la mía y la suya.

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