Jorge Aurich

Naturaleza talentosa

Javier Imbroda, fallecido el año pasado y protagonista del caso JAVIER IMBRODA: LIDERANDO EQUIPOS DE ALTO RENDIMIENTO, material de análisis y discusión que tengo el gusto de dictar en una conocida escuela de negocios, define el talento como la capacidad de sacar el mayor rendimiento posible a tus cualidades; es decir, bajo su perspectiva, hay un aspecto intrínseco y natural, innato; y por otra parte, la decisión de destinar acciones concretas, léase comportamientos, dirigidos a explotar dicha condición; en palabras de Malcom Gladwell: “la práctica no es lo que una hace cuando es bueno. Es lo que uno hace para volverse bueno”. Desde mi perspectiva, quisiera resaltar además; la importancia del entorno y las personas cercanas; quienes notan, aprecian y hacen saber, ayudando a distinguir las cualidades innatas llevando a la persona a querer tomar decisiones alineadas con su naturaleza.

Veamos algunos casos emblemáticos.

Aunque no sepamos nada de ciencias y menos de física teórica, es muy posible que nos resulte familiar quien fuera declarado el personaje del siglo XX: Albert Einstein. Sobre el científico se comentan anécdotas y mitos; como el que señala que fue un mal estudiante; y que sin embargo, no es cierto, tal y como ha revelado la correspondencia entre Pauline Koch, su madre, y Fanny, su tía materna. Otro detalle en la biografía del físico, que revela la naturaleza del individuo, es el referido al obsequio de una brújula y un libro de geometría Euclideana; regalos que hizo Hermann Einstein, su padre, que incentivaron su fascinación por el misterio y la deducción como medio de aproximación al mismo. El entorno y personas relevantes como su tío Jakob Einstein y su amigo Max Talmey no hicieron sino afirmar la confianza en su innata curiosidad dotada para profundizar en los secretos del universo. Su padre, que era propietario de las instalaciones generadoras de electricidad de la población; deseaba que, e instaba a su hijo a convertirse en ingeniero electricista y vincularse al negocio. Einstein, siguiendo su naturaleza, decidió elegir el camino de la exploración científica y no el mundo de los negocios; convencido, según algunas fuentes, de las palabras de Emerson y que Einstein solía recordar y hacer suyas: “Si un hombre se afirma inquebrantablemente en sus convicciones, el mundo girará en torno a él”.

Pasemos de la ciencia al arte, del mundo de la física a la música. Este es el caso del nieto de un músico y tenor de la capilla de la corte e hijo de un también tenor (a decir de algunos, mediocre), según algunas publicaciones, alcohólico e iracundo y una sencilla y sumisa doméstica, hija de cocinero y viuda de un camarero. Nació  en una buhardilla. Se quedó sordo. Fue un músico prolífico; treinta y dos sonatas para piano, diecisiete cuartetos, nueve sinfonías, la ópera Fidelio, conciertos, música religiosa entre otros; hablamos de Ludwig Van Beethoven. Beethoven creció en un entorno vinculado a la música; a los cuatro años manifestó su interés por ella; su padre le hace pasar muchas horas de práctica frente al clave y al violín. A los once, es nombrado músico de la corte y se da cuenta que puede ser una actividad profesional, a los trece años es organista y a los diecisiete se hace cargo de la educación de sus hermanos y el sostenimiento de su familia. Uno de sus maestros escribe: “…este joven genio merece protección, porque ha de madurar. Es seguro que llegará a ser un segundo Mozart si continúa como ha empezado”, a los catorce años, en Viena, Mozart le escucha tocar el piano y concluye que aquel joven dará que hablar.

Dos genios sin duda; individuos excepcionales, personajes estudiados por Abraham Maslow, a los que denominó inicialmente personas creativas para luego emplear el término autorrealizadas; individuos motivados por ser cada vez más ellos mismos y de ser aquello que son capaces de ser. Escribió Beethoven: “Soy lo que hay aquí. Lo soy todo: lo que es, lo que era, lo que será. Ningún mortal ha levantado mi velo. Es único, y a esta individualidad deben su ser todas las cosas”. Señala el mismo Maslow que la mayor parte de personas no alcanzan este nivel debido a que su potencial se encuentra adormecido o “educastrado” y enfocado solo en los primeros niveles de la pirámide: necesidades fisiológicas, de seguridad, de pertenencia y de reconocimiento; por tanto, y ante la insoslayable realidad compleja y convulsa, como observador de una sociedad que muchas veces camina hipnotizada al ritmo del ruido y la apariencia, debilitando su saber querer y valorar, agostando su sentido del deber, minando la vocación por el trabajo y el esfuerzo, cayendo en la imitación y adopción de vidas artificiales ajenas su naturaleza, sociedad que como señala Emerson es una “conspiración contra la personalidad de cada uno de sus miembros”.

¿Cómo despertar el talento único de los individuos?

Educación; en dos momentos. El primero, cuando ayudamos a otros, o nos ayudan, a notar su o nuestro talento a través del favoreciendo ambientes estimulantes. Se trata de los primeros años; aunque no es limitante. “¡Cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz, como Lázaro, espera que le diga: levántate y anda!” dice un poema de Bécquer. Es la educación entendida como educir; confiando en la naturaleza única que escucha y se manifiesta, y que observa luego, paulatinamente, su individualidad, su identidad; darse cuenta de su “sí mismo”; su autoconcepto; el cual debe empezar a querer y a confiar en que en el mundo existe un espacio para florecer y vivir con dignidad; así se convierte en protagonista. Es el tiempo de la guía proporcionada por padres, profesores, mentores, tutores.

El segundo momento viene de la mano del protagonista mencionado; muchas veces confundido en una primera etapa o tal vez no; es la edad del joven o del adulto. Es la hora de la continuidad, de las decisiones; de poner en marcha el carácter; moldeado gracias al uso de algunas fortalezas identificadas por especialistas: determinación, autocontrol, entusiasmo, inteligencia social, gratitud, optimismo y curiosidad. Esta última especialmente importante ante el llamado interno de la reinvención, lo que me lleva a sugerir añadir a la lista presentada anteriormente una fortaleza más: la valentía. Este segundo momento nacerá con mayor naturalidad si se ha aprendido a educar el gusto por lo bueno y el disgusto por lo malo según la mirada griega de la educación de la mano de Platón y Aristóteles; el orden de los amores según San Agustín; es tiempo entonces del despertar de estos amores; y como todo amor, se dedicará tiempo y se hará lo necesario por cuidarlo y conocer más el objeto o realidad amada; la agenda se construirá coherentemente, y el tiempo será disfrutado y apreciado; es por ello que el autoconocimiento es la base de un buen usuario del tiempo ¿De qué sirven tus cualidades si no te hacen feliz y no son útiles a quiénes te rodean? ¿Es posible ganarte la vida con aquello que te hace feliz y llena de sentido? Amigo lector, espero que en estas palabras y breves reflexiones encuentres la chispa que te conduzca a dar lo mejor de ti, tu talento.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aurich, J. (2022). La Victoria Interior. Grupo Editorial Caja Negra, S.A.C.

Blanco, D. (2012). Einstein la teoría de la relatividad. RBA Coleccionables S.A.

Emerson, R. (2015). Confianza en uno mismo y otros ensayos. Biblok Book Export.

Gladwell, M. (2018). Fuera de Serie. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.

Hidalgo, A., & Hernández, C. (2017). Javier Imbroda: liderando equipos de alto rendimiento. Instituto Internacional San Telmo.

Ludwig, E. (1958). Tres Titanes. Editorial Juventud, S.A.

Tough, P. (2014). Cómo triunfan los niños. Ediciones Palabra, S.A.

Untermeyer, L. (1957). Forjadores del mundo moderno. Editorial Grijalbo S.A.

Yuste, F. (2017). Herramientas de coaching personal. Editorial Desclée de Brouwer S.A.

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